08 julio, 2007

Eutanasia; mi derecho a vivir... ¿mi derecho a morir?


Según la Real academia de la lengua española, “hombre”, palabra proveniente del latín, significa: “Ser animado racional, varón o mujer”.

Dentro del reino animal, y dentro de todos los seres vivos que habitan en el planeta, el hombre, es la única especie que cuenta con una neocorteza cerebral que lo hace un ser pensante, un ser capaz de analizar situaciones y decidir y reflexionar acerca de su propia vida, y como condición implícita, acerca de su propia muerte.

En occidente, la realidad de la muerte como acontecimiento de la vida es una situación paradojal, donde, por una parte, la muerte esta a la vuelta de la esquina, todos los días estamos sufriendo un “bombardeo de la muerte”, la cual se introduce en nuestras casas a través de los medios de comunicación social. Día a día vemos a través de la televisión la “crueldad” de la muerte por homicidios, ataques terroristas, masacres, frutos de la desigualdad e intolerancia desarrollada por el propio ser humano. Todo esto, ha desembocado en una cultura de la muerte, en donde incurriendo en la paradoja, esta se ha transformado en un tabú, en un tema prohibido, casi vergonzoso, del cual no se puede hablar como proceso natural e ineludible, propio de la vida. La gente del mundo occidental, no está siendo educada para acoger e integrar la muerte propia y ajena como parte fundamental e intrínseca de la vida.

El nacimiento, conlleva muerte. Nacer y morir son procesos unidos por el cual todo ser vivo debe pasar. En palabras más básicas, somos máquinas orgánicas casi perfectas, y como toda máquina, debemos tener un tiempo de expiración, y como lo que expresó Erickson en “infancia y sociedad”: solo quien saca las consecuencias de saberse mortal, aceptando el reconocerse como poseedor de una vida de longitud limitada, localizada en una época concreta, puede ser un hombre íntegro.

No es entonces extraño, basado en toda esta paradoja de vida y muerte, que el tema de la eutanasia se debata de forma cada día más creciente.

Etimológicamente, la palabra eutanasia es procedente del griego Eu (bien, bueno, real) y Thanatos (muerte), por lo que su significación fáctica es ”un buen morir”, este fue el significado que se le otorgó en la edad grecorromana: “Felici vel honesta morte mori” (morir con una muerte feliz y honesta), así lo que hoy conocemos como eutanasia, estaba ya planteado en las antiguas Grecia y Roma; Platón en su libro “República”, al describir su Estado ideal, señalaba afirmando que se debe dejar morir a aquellos que no estén sanos de cuerpo. Por otra parte, el Juramento Hipocrático contiene una frase que puede ser interpretada como contraria a la eutanasia “Jamás daré a nadie una medicina mortal, por mucho que me lo soliciten”.

Se habla muy a menudo acerca del “derecho a morir”, expresión que apareció en el año 1973 en una publicación de la Asociación de Hospitales Americanos llamada “Declaración de los derechos del enfermo”, la cual no se refiere directamente al morir, sino a la forma de morir; de ahí la frase “morir con dignidad”.

Si bien la eutanasia es un único acto, hoy en día, es posible categorizarla dentro de diferentes subgrupos entre los que podemos encontrar la eutanasia activa y la eutanasia pasiva.

La distinción entre ambos tipos de eutanasia comienza a surgir a partir del siglo XVI, donde se da la definición de eutanasia activa a “la puesta en práctica de una acción médica positiva, mediante la cual se aceleraría la muerte de un enfermo o también se pondría fin a su vida”; definición que se puede extrapolar al caso que ocurrió en Bélgica en 1962 con la pareja compuesta por Jean Noel Vandeput y Suzanne Vandeput. A Suzanne durante su embarazo, se le prescribió consumir Talidomida para disminuir las nauseas y mareos, consumo que derivó en la deformación absoluta de su hija en gestación. La niña había nacido sin brazos, y según la opinión de los médicos, tenía una oportunidad entre 10 de poder vivir. Es por esto que los padres de Corinne, con ayuda de doctor Jaques Casters, dieron a beber un biberón a la menor donde iba disuelta una letal dosis de Luminal que acabó con la vida de la pequeña. El caso fue llevado a tribunales, el cual decidió absolver a los acusados luego de que los padres admitieron haber asesinado a su hija “por amor”. (foto izquierda: Jean Noel y Suzanne Vandeput).

Por otra parte, tenemos la eutanasia pasiva o también denominada negativa, la cual se caracteriza por la omisión de acciones, es decir, se niega o se omite la realización de una terapia que podría prolongar la vida al enfermo, como ocurrió en Marzo de 2005, con la fallecida Terry Schiavo en Florida, EE.UU. Terry, tras un ataque cardíaco por deficiencia de potasio, quedó en estado vegetativo persistente en 1990, teniendo que depender de una sonda nasogástrica para su alimentación e hidratación. Sus padres se hicieron cargo de ella, desde el día del ataque hasta el día de su muerte, periodo durante el cual su marido, Michael Schiavo, intentó mediante jueces ejecutar la eutanasia en su esposa. Fue hasta marzo de 2005 donde un Juez de Florida concede la petición de Michael y Terry es desconectada de la sonda nasogástrica por la cual se alimentaba. Luego de 14 días sin agua ni comida, Terry Schiavo muere por deshidratación en compañía de sus hermanos Jerry y Susie y un sacerdote. (foto derecha: Terri Schiavo en 1989; foto abajo: Terri Schiavo 1 mes antes de morir).

Otra forma de clasificación de la eutanasia es según sus intenciones, clasificación en la cual podemos encontrar una eutanasia directa, la cual se caracteriza por que en ella existe el deseo en la persona de provocar la muerte propia de una forma intencionada. Aquí existe la intención de terminar con la vida por medio de suicidio o suicidio asistido o por homicidio. También podemos encontrar una eutanasia indirecta, , la cual técnicamente no es considerada eutanasia, pues la muerte sobreviene a causa de los efectos secundarios de los tratamientos paliativos que se den para el dolor, Esta eutanasia supone que el tratamiento para el dolor es siempre un acto filantrópico, aunque como efecto secundario produzca la muerte del individuo.

La iglesia, entidad que repudia la eutanasia y todas las formas de suicidio asistido señala que “esta es una grave ofensa a Dios, quien es autor de la vida, por lo que viola su ley. No es lícito matar a un paciente para no verlo o hacerlo sufrir, aunque esta sea su voluntad, nadie tiene el derecho de generar la muerte en una persona, ni siquiera el mismo paciente. No tiene derecho a la elección del lugar ni del momento de la muerte, porque ya que el hombre no tiene el poder absoluto sobre su persona y su vivir, con menor razón lo tiene sobre su muerte”.
El fallecido Papa Juan Pablo II, en vida realizó grandes esfuerzos avocados a evitar la eutanasia, y se proclama sobre dicho tema en la encíclica Evangelium Vitae, que es una carta que habla sobre el valor y el carácter inviolable de la vida humana, texto de donde se pueden citar: “Amenazas no menos graves afectan también a los enfermos incurables y a los terminales, en un contexto social y cultural que, haciendo mas difícil afrontar y soportal el sufrimiento, agudiza la tentación de resolver el problema del sufrimiento, eliminándolo de raíz, anticipando la muerte al momento considerado el mas oportuno”, “Nada ni nadie puede autorizar la muerte de un ser humano inocente, sea feto o embrión, niño o adulto, anciano, enfermo incurable o agonizante. Nadie, además, puede pedir este gesto homicida para si mismo o para otros confiados a su responsabilidad, ni puede consentirlo explícita o implícitamente. Ninguna autoridad puede legítimamente imponerlo ni permitirlo”.
Según el análisis de la eutanasia desde el punto de vista de algunos de los principios bioéticos, tenemos que, partiendo por el principio de no maleficencia, esta acción no sería posible puesto que este principio implica que el personal de salud no puede ni debe usar sus conocimientos para producir daño a los enfermos, por lo que, la muerte es considerada el daño máximo causado a un paciente.

Desde el enfoque del principio de beneficencia, donde el personal de salud debe buscar en todo momento, mediante la aplicación de sus conocimientos, la mejoría de los enfermos, la eutanasia también iría en contra de la bioética, pues el causarle la muerte a un paciente no supone mejoría ni cura para este. El dilema surge cuando se trata de pacientes terminales o incurables, a los que el dicho principio parece no incluir, puesto que su destino es incondicionalmente la muerte. Aquí, en el paciente que sufre, el alivio a su padecimiento sería la muerte, dando atisbos de una nueva interpretación de este principio.

El principio bioético mas importante en este tema es el de la autonomía del paciente, en el cual las opiniones y deseos del paciente enfermo deben ser respetados y protegidas en todo momento, pues es el resultado de su autonomía. El enfermo teniendo sus capacidades cognitivas normales, tiene la capacidad y el derecho de decidir si se desea mantener con vida o no.

La eutanasia está prohibida en casi todo el mundo pero en la actualidad el médico dentro del equipo de salud se deberá enfrentar a una situación límite, donde se verá obligado a tomar una decisión radical: ¿prolongar un tratamiento pese a que ya no hay nada que hacer?, ¿realizar un encarnizamiento terapéutico?, ¿está obligado a hacer TODO por retrasar el ineludible desenlace?

A favor de la eutanasia podemos encontrar los siguientes argumentos:
- Cada ser humano tiene derecho a disponer de su propia vida, pudiendo reivindicar la autonomía como parte integral de la dignidad humana y expresión de esta.
- Una vida que por determinadas condiciones es humillante y llena de sufrimiento físico puede llegar a su fin, si es voluntad del paciente.
- Se habla siempre de vivir dignamente, pero ¿acaso no es derecho de todo ser humano también el morir dignamente?

Por otra parte, en contra de la eutanasia se esgrimen los siguientes argumentos:
- Al optar por la eutanasia estoy entregando mi libertad y al mismo tiempo acabando con ella.
- ¿cómo se legislan los límites de la eutanasia?
- ¿Qué pasará con los enfermos mentales? ¿tienen otras personas el derecho de decidir sobre la vida de estos?
- Mientras haya vida, hay esperanza, siempre la ciencia esta avanzando y no se puede desestimar una enfermedad, pues puede encontrarse la cura.
- Podrían aumentar el número de homicidios con máscara de eutanasia.
- ¿qué pasaría con la donación de órganos? ¿la eutanasia se transformaría en una nueva forma de mafia?
- Hay un deber cívico de permanecer vivo.

Como valoración personal del tema, respeto los argumentos que favorecen la eutanasia tanto como aquellos que van en contra de ella. Por una parte, creo que es intrínseco en todo ser vivo el mantener una vida digna, feliz y satisfactoria; el no cumplir con estas características, hacen de la vida un castigo no justificable.

Por otra parte, la aprobación de la eutanasia como tratamiento podría desembocar en un mal uso de esta por parte de manos inescrupulosas que ven el propio beneficio antes que la vida del prójimo.

Quizás una solución ante este dilema puede ser la aprobación de la eutanasia solo si es que para su ejecución se realizara un exhaustivo trabajo de los comités de ética, quienes con conocimientos profundizados de los casos individualmente, sugirieran la eutanasia como última práctica posible ante la enfermedad terminal de un enfermo.
Por: Andrea Alvarado Morales
IV Año de Enfermería
Universidad de Chile