08 julio, 2007

Dilemas éticos del final de la vida



En el mundo moderno, una innumerable cantidad de enfermos termina su vida en extrañas habitaciones, rodeados de mucha gente desconocida, y algunos con suerte, visualizan en sus últimos segundos algún rostro familiar, estos sitios, sean hospitales o casas de acogida, tienen por función muchas veces, posponer por largo tiempo la hora de la muerte. En muchas ocasiones, este tiempo extra paga un gran precio: la prolongación del sufrimiento físico y moral por parte del paciente. El darse cuenta y asumir que un enfermo está en la etapa final de su vida, no es un trabajo fácil, y la mayoría de las veces cuesta asumirlo. Este es el motivo por el cual no resulta difícil comprender por qué muchas veces el equipo de salud insisten en mantener los tratamientos a estos pacientes.

La medicina no una ciencia muy poco exacta, por lo que tanto en los diagnósticos como en los tratamientos nos movemos obligatoriamente dentro de ciertos márgenes de incertidumbre. Por esto, tanto profesionales como familiares tienen dificultades para afrontar el sufrimiento cuando la enfermedad no tiene cura.

En la fase última de la vida, surgen numerosas preguntas que son muy difíciles de contestar, y cuando intentamos responder, aparecen dudad éticas, que ponen en jaque nuestro pensamiento.

El reconocer si un enfermo se encuentra realmente en el final de su vida es una aseveración sin fundamentos 100% ciertos. Al determinar que está en el final de la vida, pero es potencialmente sanable, estamos cometiendo un error del que pueden derivarse consecuencias graves, incurrir en depresiones, muertes anticipadas, hasta inclusive suicidios ya sea por parte del paciente o por parte de alguno de sus familiares. Por el contrario, someter a un paciente terminal (el que presenta todas las características del enfermo en el final de la vida) a terapias no indicadas en su situación, también conlleva a graves consecuencias, como lo son el tan conocido encarnizamiento terapéutico.

Una de las dudas mas frecuentemente presentadas entre los profesionales de la salud con un paciente a punto de morir es si es o no conveniente y por sobretodo ético informarle al paciente acerca de su situación de salud. Toda persona tiene el derecho a disponer libremente de si misma (autonomía) y actuar acorde a los valores y principios que han regido su vida.

Es por este motivo que existe el consentimiento informado, el cual es un proceso de permiso, información y comunicación entre el profesional de la salud y el paciente, en donde al paciente se le informa acerca de su salud, sus posibilidades, los tratamientos a los que se pretende someter, y los riesgos y beneficios que tienen estos procedimientos para su salud; así este consentimiento informado, puede culminar con la autorización del paciente a las acciones o en el rechazo de estas.

Para que esta decisión se realice de manera libre y responsable, es necesario que la comunicación entre el informante y el paciente sea clara, completa y certera. Así, los profesionales deben dedicar el tiempo necesario a la información y prestar atención a los valores del enfermo, su concepto de calidad de vida, y la importancia que tiene su familia en la toma de dicha decisión; por lo tanto, la información otorgada debe responder a las necesidades del paciente, a la que él mismo solicite y/o sea capaz de soportar.

Es importante dentro de la comunicación con el paciente el saber escucharlos, pues esto se convierte en un requisito imprescindible a la hora de que se desee una verdadera comunicación. Es necesario saber prestar atención a lo que el paciente desea transmitir, mostrando un verdadero y especial interés por sus dolores, sufrimientos, dudas y dificultades. El prestar atención a los pacientes es una situación paciente-dependiente, pues cada uno de ellos tiene necesidades diferentes, por lo que se deberá medir los límites y la forma de información que se le propicie.

En aquellos casos en los que se sepa de antemano que la información a otorgar causará mayores daños de los que se pretenden, se debe evitar y se justificará la abstención informativa (privilegio terapéutico).

Un segundo dilema ético que surge frente a estos pacientes es saber si se puede o no limitar los tratamientos. Este es uno de los problemas actuales más comunes. Utilizar todas las posibilidades que la ciencia médica pone en nuestras manos puede mantener vivo a un enfermo o representa una agresión continua hacia su persona que le está impidiendo morir en paz. Dentro de esta decisión entran en juego dos puntos importantes, definir que el enfermo se encuentre ciertamente en el final de su vida analizando las consecuencias de continuar o limitar el tratamiento, y los deseos del enfermo. Aquí en médico y el enfermo pueden discriminar entre niveles terapéuticos, de menos a mas agresivo (donde cada uno se medirá bajo los criterios de proporcionalidad, futilidad y calidad de vida), pero hay que tener en cuenta que siempre en toda situación del enfermo los cuidados de enfermería y los tratamientos paliativos son una exigencia que no se puede limitar.

Es decisión propia e intransferible del enfermo tomar las decisiones que afecten en su propia vida. Dentro de mis obligaciones como profesional de enfermería se encuentra el determinar la capacidad del enfermo para saber si este es o no competente para la toma de una decisión. Si el enfermo no es competente, se supone invalidación de su consentimiento al tratamiento como de su rechazo. Así, el equipo de salud está encargado de buscar un sustituto en la toma de decisiones, quien es por lo general un miembro de la familia. Este familiar tendrá la autoridad de determinar “decisiones de sustitución” a nombre del enfermo basándose en los valores y estilo de vida de este.

Una persona, estando con sus capacidades mentales intactas, puede anticipadamente planificar y elaborar sus deseos a través de las voluntades anticipadas, las cuales son documentos que deben ser respetados por el personal médico cuando el enfermo no esté en condiciones de tomar sus propias decisiones.

Muchas veces, cuando el enfermo no se encuentra en condiciones de decidir acerca de su tratamiento, y la familia no es capaz de ponerse de acuerdo con el equipo de salud, se presenta el caso a un comité de ética asistencial.

El comité de ética asistencial es una comisión consultiva e interdisciplinar, que se encuentra al servicio de los profesionales de la salud y de los usuarios. Fue creada para analizar y asesorar al personal en la resolución de los posibles conflictos éticos que se produzcan, cuyo objetivo es el de mejorar la calidad de dicha asistencia en salud.

Uno de sus objetivos fundamentales es el de respetar al máximo la legítima autonomía del enfermo, así como sugerir pautas de acción en casos difíciles.


Tratamiento paliativo
La utilización de fármacos que sirvan para aliviar el dolor, pueden derivar en un acortamiento de la vida. Esta administración e fármacos, se considera indicada desde el punto de vista médico como desde el punto de vista ético en situaciones en que el paciente se encuentra en el final de la vida.

En la alimentación e hidratación de los enfermos terminales con daño neurológico irreversible aun no se alcanza un consenso ético. En estas circunstancias, donde los pacientes no pueden realizar estas actividades por si solos, el soporte nutricional puede efectuarse mediante diversas técnicas como sondas por ejemplo.

Ventilación mecánica, transfusiones sanguíneas y uso de otras estrategias para las etapas finales de la vida dependerá de la proporcionalidad de dichas medidas entre riesgo y beneficio para el paciente en particular.