08 julio, 2007

Bioética y Pediatría

Los profesionales de salud (en especial las mujeres) tienden a mirar a los pacientes con un tinte paternalista, donde la toma de decisiones se ve influenciada por sentimientos y emociones de sobreprotección hacia el niño.

Existe una delgada línea entre el paternalismo y el autoritarismo, siendo ambos una mala influencia a la hora de proporcionar la atención y los cuidados. Por una parte el paternalismo nos dificulta la realización de actividades de una manera objetiva y eficiente al sensibilizar de una manera excesiva la visión hacia el menor. Por otra parte el autoritarismo nos conduce a pasar a llevar la voluntad y sentimientos de los infantes generando inconscientemente sentimientos de miedo y rechazo hacia el personal de salud.

Para minimizar estos sentimientos generados es de gran importancia la comunicación y confianza que se genere con niños y padres. En caso de que los niños tengan una edad mental adecuada se torna primordial el crearles conciencia que todo procedimiento realizado va en favor de su salud, que es importante realizarlos y que pese a que puedan ser procedimientos agresivos no se busca dañarlos ni castigarlos. Otro objetivo que se busca mediante la comunicación con el paciente es hacerlo participe de su tratamiento y recuperación de la salud. Dentro de este punto la empatía con el menor es de importancia, ya que no se debe caer en frases tales como: “no te va a doler…”, sabiendo que existe procedimientos que duelen. O denigrando a los menores porque lloran, ya que esta es la forma que tienen para demostrar dolor, miedo o angustia, debemos reconocer la diferencia que existe entre los niños y los adultos en relación a las expresiones que pueden realizar.

Múltiples estudios realizados avalan la teoría de una más rápida mejoría de los infantes cuando estos se encuentran en constante presencia de sus padres o familiares, siendo estos a la vez un apoyo emocional y espiritual a la hora del tratamiento o las actividades programadas. Es por esto que la labor de enfermería durante la hospitalización del niño es velar por que el niño este permanentemente o durante las máximas horas posibles acompañado.

Manteniendo en mente a los niños que son hospitalizados, son estos quienes en la mayoría de las ocasiones deben someterse a una serie de procedimientos que les producen dolor, y muchas de estas veces pareciera que a los profesionales del equipo de salud no les importara. Y unido a esto es el inadecuado tratamiento del que pueden ser partes, ya que se malinterpreta el dolor y no se le reconoce la característica de ser experimentado por cada ser humano de una forma diferente. Es labor del equipo médico entregar la mejor analgesia posible y con menos riesgos para el menor y así cumplir con el principio de beneficencia. Un profesional de salud que no sabe valorar el dolor en los menores, en cierta medida transgrede el principio de la no maleficencia.

"La ciencia moderna aún no ha producido un medicamento tranquilizador tan eficaz como lo son unas pocas palabras bondadosas."

Como todo paciente hospitalizado los niños pierden autonomía durante su hospitalización y con la posible actitud paternalista que se puede desarrollar esta perdida se maximiza. Es por lo mismo que nosotros como profesionales de la salud debemos tratar de propiciar un ambiente lo más parecido al de su vida diaria, para que este no sienta un cambio tan brusco y al mantener sus actividades normales podrá conservar en cierta medida su autonomía. En relación a los pacientes que sufren dolor este principio también es vulnerado algunas veces, ya que en el caso de los adultos estos son capaces de solicitar e incluso exigir que se administren analgésicos, en esta situación el médico evaluará su necesidad y le administrara tratamiento.
En el caso de los menores el llanto es su única expresión de dolor, y estos también tienen el derecho a calmar su dolor, pero en ocasiones son tildados de “mañosos” o “malcriados”, no respetando su autonomía y siendo maleficentes con ellos. Diversos autores coinciden que los principios que más se vulneran en el paciente que sufre dolor son la autonomía, la beneficencia y la no maleficencia, en el niño principalmente estos dos últimos y tal vez la justicia.

Como profesionales de enfermería debemos actuar de manera integral en la atención del menor, no solo valorando su condición patológica, sino también su condición familiar, social y educacional, integrando a nuestro trabajo al resto de los profesionales que trabajan en la institución para proporcionar una atención completa que incluya asistencia al menor y su familia.

Nuestro desempeño debe ser igualitario, completo y eficiente hacia todos los niños, no importando sus creencias, raza, condición socioeconómica, patología ni evolución de esta. El punto prioritario en la atención en los menores es que estos no por ser niños o no tener noción de los procedimientos pueden ser vulnerables a sufrir negligencias u omisiones por parte del equipo, y es nuestra responsabilidad supervisar que esto sea cumplido en la praxis.